Tras semanas de tensiones, la heterogénea mayoría que apoyaba al Ejecutivo italiano se disolvió y, si no hay otra salida, el país se encamina hacia elecciones anticipadas. El presidente, Sergio Mattarella, se negó a aceptarle la renuncia y lo instó a buscar apoyos en el Parlamento.
La parábola del Movimiento 5 Estrellas: de primera fuerza política de Italia a la escisión
Por lo pronto, el presidente de Italia, Sergio Mattarella, se negó a aceptar la renuncia de Draghi e invitó al primer ministro “a presentarse ante el parlamento para hacer una declaración”, dijo el palacio presidencial.
“La votación de hoy en el Parlamento es un hecho muy significativo desde el punto de vista político. La mayoría de unidad nacional que ha apoyado este Gobierno desde su creación ya no está. Se rompió el pacto de confianza en el que se basaba la acción de gobierno”, dijo Draghi a sus ministros poco antes de dirigirse al Palacio del Quirinale para presentar su renuncia al presidente de la República, Sergio Mattarella. “En estos días por mi parte he puesto todo mi empeño para seguir en el camino común, intentando también atender a las exigencias presentadas por las fuerzas políticas. Es evidente por el debate y la votación de hoy en el Parlamento que el esfuerzo no ha sido suficiente. Desde mi discurso de toma de posesión en el Parlamento siempre he dicho que este ejecutivo seguiría si tenía una perspectiva clara para realizar el programa de Gobierno sobre el que las fuerzas políticas habían votado la confianza. Esta unidad ha sido fundamental para enfrentarnos a los desafíos de estos meses. Estas condiciones hoy ya no existen”, agregó el primer ministro.
Después del voto de la semana pasada en la Cámara, donde al final el M5S votó junto al resto de la mayoría que apoya al Gobierno, las costuras de la heterogénea y tambaleante coalición transversal que apoyaba al ejecutivo -que reunía desde la ultraderecha de la Liga hasta el progresista Partido democrático- han saltado, tras días de especulaciones, idas y venidas y reuniones para encontrar una solución que evitara empeorar la crisis y permitiera a los grillini salvar la cara.
La tercera vía que la formación fundada por el cómico Beppe Grillo pensaba haber encontrado era esta: salir del aula y abstenerse. Pero el líder de la Liga, Matteo Salvini, había amenazado que para su partido el gesto del M5S equivaldría a decretar el final de la legislatura. Y Draghi llevaba días avisando de que no estaría dispuesto a liderar un gobierno con otra mayoría. “No hay Gobierno sin el M5S, y ya he dicho que no hay un Gobierno Draghi más allá de este de ahora”, dijo el martes. “El Gobierno ahora puede trabajar. Si no hay las condiciones para que pueda hacerlo, y lo digo también para quien amenaza con alborotar todo en septiembre, un Gobierno con ultimátum no trabaja y pierde sentido su existencia”, añadió en la misma rueda de prensa, en un mensaje claro dirigido tanto a los grillini como a Salvini, unos y otros unidos por el afán de revertir las malas tendencias de los sondeos que auguran para ambos importantes pérdidas de apoyo.
La crisis llevaba semanas gestándose. El punto de inflexión llegó en los días de la cumbre de la OTAN en Madrid, que el primer ministro Mario Draghi dejó un día antes de lo previsto. Aquella imagen simbólica de Draghi sentado en un banco del Museo del Prado, cansado y solo, hablando por teléfono mientras los demás líderes invitados contemplaban los cuadros fue el preludio de lo que vino después. “Il Governo non rischia”, el Gobierno no corre peligro, había dicho en los pasillos de Ifema contestando a los periodistas. Su predecesor, Giuseppe Conte, el actual líder del M5S, pocas horas antes había mostrado su enojo después de que algunos medios publicaran que el primer ministro había pedido su destitución a Grillo, alma mater del partido. Algo que Draghi desmintió intentando aplacar la crisis con un largo encuentro con Conte en víspera del voto de la semana pasada a la Cámara. Pero el runrún siguió. Las aguas seguían revueltas en el M5S, un partido herido gravemente por la escisión anunciada unos días antes por el que fuera uno de sus fundadores y exlíder, el ministro de Exteriores, Luigi di Maio, quien se llevó consigo 60 parlamentarios.
¿Qué pasará ahora?
A partir de ahora puede pasar casi de todo y mucho dependerá de qué hará el presidente de la República, Sergio Mattarella. En las crónicas políticas en la prensa italiana, aficionada al género del restroscena, la reconstrucción de los movimientos de los partidos entre corrillos y off the record, no se descartaba esta mañana ninguna hipótesis. Porque, en el clima de inestabilidad e incertidumbre que se vive desde hace días, las opciones que parecen más improbables pueden resucitar en cuestión de horas.
Draghi ha repetido que no está dispuesto a volver a sondear la posibilidad de un ejecutivo de transición de unos meses para pilotar el país durante antes de las elecciones pero puede que Mattarella trate de convencerle para que se quede. Pero si el primer ministro remite su mandato y dimite sin más, se abre la vía del adelanto electoral. Las elecciones, previstas para la primavera de 2023, se celebrarían a finales de septiembre o primeros de octubre, algo inusual en Italia donde siempre ha primado la necesidad de asegurar la aprobación de los presupuestos. Una necesidad más acuciante aún ante las turbulencias de la economía y por las obligaciones que Italia tiene para seguir recibiendo los fondos del plan de recuperación europeo.