Pese a los cambios de hábitos de la población, el pan se mantiene como parte central de la mesa, sobre todo en los hogares más humildes. Con el fideicomiso del trigo ya activo, se anticipa que la bolsa de harina de 25 kilos bajará de los más de $2.000 actuales a $1.150.
Desde la Revolución Francesa para acá, la suba del precio del pan es mucho más que la suba de un precio. Es la afrenta al último bastión, el ataque al consumo más sensible de los hogares pobres y, por eso mismo, la chispa que puede encender el conflicto social. El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, buscó darle esta semana esa gravedad. En una conferencia de prensa advirtió sobre la necesidad de “asegurar bienes esenciales en la mesa de los argentinos”, justificó el lenguaje bélico para referirse al tema y explicitó sus intentos por convencer al Gobierno de avanzar con medidas más duras, como un alza de las retenciones a las exportaciones de trigo.
Finalmente, Feletti anunció un fideicomiso para subsidiar con parte de la renta de los exportadores de trigo la harina y los fideos secos del programa Precios Cuidados y también la creación del Fondo Estabilizador del Trigo. Este fondo –que se nutrirá del dinero recaudado por la suba de dos puntos de las retenciones a la harina y el aceite de soja que sí habilitó el Gobierno– debería llevar la bolsa de 25 kilos de harina 000 a los $1.150. Eso implicaría una baja de hasta 50% si se toman en cuenta los valores a los que se vendió en las últimas semanas, empujada por la guerra entre Rusia y Ucrania, países que suman el 29% de la oferta global de trigo, y generaría una retracción en torno al 20% del precio final del pan.
¿Es el pan realmente un consumo imprescindible en la mesa de los argentinos? ¿O es simplemente el emblema de los alimentos, la síntesis de una categoría dentro de la que la leche, los fideos secos o el arroz son igual de importantes?
El consumo de pan de los argentinos y argentinas bajó en las últimas décadas y es posible que en los barrios más acomodados de las grandes ciudades haya retrocedido todavía más, reemplazado por otros productos o, en todo caso, por panes de otras harinas y fermentos. Según precisa Raúl Santoandré, presidente de la Federación Industrial Panaderil de la Provincia de Buenos Aires, en 2005 cada argentino consumía en promedio 42 kilos de pan francés por año. Menos de dos décadas después, ese número bajó a 35 kilos anuales por persona.
“Antes se comía más por un tema de hábitos. No solo estaba en todas las comidas sino que lo que sobraba se usaba para hacer postres como budín de pan, torrijas, o se rallaba para las milanesas”, explica el panadero bonaerense, que representa a alrededor de 11.000 panaderías de la provincia. Además, señala que los más jóvenes se vuelcan por alternativas como “galleta o galletitas”, empujados por una idea –errada, según él– de que son más saludables.
De todos modos, Santoandré asegura que el pan “sigue siendo un alimento esencial para las familias de escasos recursos”. “Un kilo de pan está hoy alrededor de los $250 y son 12 o 13 flautitas. Eso, con una infusión, rinde y es lo único que algunas familias pueden comer”, apunta. La opción remanente de quienes le dan cuerpo al 10,7% de población indigente, es decir, que no tiene ingresos suficientes para comprar la canasta básica alimentaria.
Hay datos que avalan la visión del panadero. La última Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares del Indec, publicada en noviembre de 2019, muestra que el pan encabeza la lista de alimentos que se consumen al menos una vez por semana (el 70,1% de los encuestados respondió que lo consume con esa frecuencia). Además, el 88,7% de los argentinos y argentinas respondió que tiene el hábito de comprarlo, ubicándolo por encima de otros consumos básicos como la leche. Por otra parte, un estudio publicado en la revista científica de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas muestra que el consumo total de pan, harina de trigo y fideos secos se concentra en el quintil más pobre y disminuye conforme aumentan los ingresos.
Hay, también, imágenes. En un día de enero en el que el termómetro marca 33°, los trabajadores del comedor “Delia” salen por las calles de tierra de Claypole con un carrito en el que llevan las viandas para los vecinos jubilados que no pueden acercarse hasta el lugar. En el carrito hay una olla con guiso de arroz, una palangana con bananas como postre y una bolsa gigante de pan que acompaña, invariablemente, las raciones. Les da volumen.
El miércoles, en conferencia de prensa, Feletti dijo que la situación internacional “desbarató” el acuerdo que había firmado la Secretaría de Comercio Interior con las federaciones de panaderos y molineros para vender el pan con un precio de entre $220 y $270 el kilo hasta el 31 de marzo. Hoy el precio en el Gran Buenos Aires –la región donde está más caro, según el Indec– llega a los $350 el kilo.
“El acuerdo fue verbal y siempre y cuando tuviéramos acceso a la bolsa de harina de 25 kilos a $1.150/$1.300”, se excusa Santoandré. “Ya tres días antes de la invasión de Rusia a Ucrania la harina empezó a aumentar notablemente y hoy esa bolsa nosotros la compramos a $2.000/$2.500. Somos rehenes de los molineros”, dijo, y anticipó: “Si la harina baja, nosotros vamos a bajar el producto”.
Diego Cifarelli, titular de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), dijo a elDiarioAR que cuando entre en vigencia el fideicomiso lanzado por el Gobierno la harina valdrá “$1.150 más impuestos”, pero que todavía no está definida la fecha en que eso se verá efectivamente reflejado en los precios. “Estimo que 30 o 40 días”, anticipó. Fuentes de la Secretaría de Comercio dijeron que no será la próxima semana, pero que el impacto tardará en llegar “mucho menos que 40 días”.
El martes próximo Feletti mantendrá una nueva reunión con molineros y panaderos, para fijar “cuáles son las condiciones” de la instrumentación de las medidas y “qué se espera de cada quién”. En su oficina señalan que se fijará el precio de la harina y sus principales derivados, y que se buscará dar las puntadas finales de un compromiso sólido. “Hasta ahora en todas las reuniones los panaderos plantearon que el problemón que era el precio internacional del trigo. Bueno, eso está solucionado, esta es la respuesta: se les va a vender a precios que en el mercado no existen”, dicen, en lo que intenta ser una clausura provisoria de la discusión. “Si no, siempre están corriendo el arco”.